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Breve ensayo sobre el carácter narcisista de la arquitectura islámica y ejemplos en el Alhambra de Granada

Breve reseña sobre el carácter narcisista de la arquitectura islámica y ejemplos en el Alhambra de Granada.

 

Pablo del Árbol Pérez

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Introducción al tema

 

Si buscamos el significado de “narcisismo” en el diccionario de la RAE encontraremos el siguiente resultado:

 

1.”Manía propia de Narciso(ver narciso)”

2.”Excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras”

 

Si buscamos cual era la manía propia de Narciso encontraremos en Narciso un personaje mitológico que como dice la RAE “cuida demasiado de su adorno y compostura, o se precia de galán y hermoso, como enamorado de sí mismo”.

 

En definitiva estamos hablando de un calificativo que describe una actitud humana de aquel que se aprecia a sí mismo y a sus cualidades de manera excesiva y es de suponer que repetitiva e incansable. Pero ¿Qué tendrá que ver el afán narcisista con la arquitectura islámica?

 

En general podemos afirmar que mucho de lo que engloba en ocasiones a la creación artística y el pensamiento en todo lo estético en la cultura andalusí hay ciertas actitudes narcisistas.

 

Desarrollo explicativo del carácter narcisista de la arquitectura islámica

 

 Lo antes enunciado sobre pensamiento estético y creación artística en la cultura andalusí y su carácter narcisista es algo que atractivo de descubrir una vez lo hemos conocido de manera teórica.

 

La cultura andalusí tiene una especial preocupación por la belleza, entre otras cosas. Su arquitectura busca símbolos, espacios, evocaciones, recreaciones, etc. con el fin de construir espacios singulares.

 

En muchas ocasiones esos espacios construidos son verdaderos y físicos, y sin embargo en otras ocasiones esos espacios serán fruto de la imaginación y serán plasmados en la literatura y poética de muchos autores islámicos que recrean sus historias en parajes de ensueño con arquitecturas palatinas ideales e imaginarias que continúan con el mismo afán de buscar la belleza.

 

Bien, tanto los espacios reales como los imaginarios tratan de ser perfectos e irrepetibles. Cada paraje o construcción nueva que se genere, real o imaginaria, buscará ser la “última” y por tanto la referente entre las referentes a nivel de perfección y belleza.

 

¿Qué supone todo esto? En primer lugar una arquitectura que cuida hasta el más mínimo detalle. Este tipo de construcciones singulares buscará la recreación de los sentidos a parte de la riqueza de los espacios. El ojo no será el único protagonista sino que los olores, los sonidos y las sensaciones en general tratarán de ser las más singulares y perfectas posible.

 

Una vez se consigue estos objetivos y el proyecto queda ejecutado, los sultanes y reyes tratarán que preservar que aquella obra sea irrepetible. Para ello, en ocasiones, se llegará incluso a matar al arquitecto o arquitectos encargados de la construcción del lugar. De esta manera se garantizaban que el diseño no podría ser ejecutado por el mismo arquitecto en otros lugares.

 

Esta actitud nos da una primera idea de hasta qué punto el carácter narcisista de la arquitectura islámica puede ser tan protagonista e influyente.

 

Por otra parte, el carácter narcisista no será solo una voluntad de los reyes y sultanes sino que previamente los encargados de los diseños y proyectos plasmarán (algunos antes de ser ejecutados una vez finalizada la obra) en su obra ciertos rasgos que pretenderán que el edificio y los espacios se busquen a sí mismos y se recreen en sus cualidades.

 

Un recurso muy utilizado para esto es la puesta en valor de los espacios. La creación de recorridos que recrean los sentidos, la manera de recorrer los espacios donde muchas veces los contrastes, los sonidos, los olores, etc. hacen que recorrer los salones y dependencias no sea algo trivial sino una visita donde la arquitectura se pone “guapa” para que el visitante se admire de ella.

 

Por otra parte es muy empleado otro recurso que digamos ejemplifica al cien por cien el calificativo narcisista que antes hemos leído en la definición de diccionario de la RAE. Cabría decir que una persona narcisista podría pasar tiempo frente a un espejo observándose a sí mismo y a su belleza, y recreándose en ella. En el caso de la arquitectura puede pasar lo mismo y para ello se recurre a un elemento que simula el espejo, el agua.

 

Las láminas de agua, además de medio de climatización y recreación del sentido del oído con su sonido tan característico, es el medio por el cual la arquitectura se refleja a sí misma y por tanto se puede complacer al contemplar su propia belleza permanentemente.

 

Digamos que con láminas de aguas estancadas el reflejo es constante por lo que la arquitectura se repite en el reflejo a lo largo de los espacios, tendremos pues la arquitectura real, la que vemos, y en el suelo, reflejada en el agua, el espejo donde se vuelve a reproducir.

 

Estos ejercicios y recursos empleados dentro del pensamiento estético y creación artística en la cultura andalusí serán frecuentes en muchas arquitecturas y concretamente en un espacio tan importante y a la vez paradigma del tema que estamos tratando, la Alhambra.

 

 El agua, el espejo donde se mira la Alhambra

 

El caso de la Alhambra se puede tomar como referencia y ejemplo para contemplar y analizar el carácter narcisista que puede adoptar la arquitectura.

 

En la Alhambra el agua es un elemento clave. La acequia real que abastece toda la colina de la Alhambra es algo que ha sido y es objeto de estudio. Todo el sistema y redes de abastecimiento de agua dentro de los palacios es algo digno de admiración. Sin embargo, ¿para qué tanto empeño en traer agua hacia el interior de los espacios? La respuesta, entre otras, puede sacarse de lo antes descrito.

 

El agua adquiere ese carácter en la Alhambra que potencia los sentidos y el deleite del visitante, ya sea con el sonido del agua en movimiento, el favorecimiento del crecimiento y riego de vegetación en su interior o las láminas de agua que favorecen el reflejo de los espacios y en definitiva de la arquitectura sobre ellos.

 

En el caso del patio de los arrayanes el tema antes descrito sobre la actitud narcisista de la arquitectura que busca reflejarse en el agua para contemplarse a sí misma y deleitarse con su propia belleza es algo que se da. La lámina de agua que ordena todo el patio produce constantes reflejos de los espacios y principalmente del espacio del salón de embajadores.

 

Se trata en definitiva de una actitud evocadora y a la vez atractiva a la hora del análisis de cierta arquitectura islámica, que se admira de su propia belleza.